A día de hoy aún no se han diseminado con exactitud cuáles son los beneficios del popularmente conocido CBD y qué propiedades hacen que puedan mejorar los síntomas de diversas enfermedades. Sin embargo, y según una gran cantidad de estudios clínicos, se ha podido comprobar su gran valor o potencial o terapéutico para patologías como el dolor crónico, la fibromialgia, desórdenes cardiovasculares, las enfermedades inflamatorias autoinmunes y crónicas (como la artritis), una gran diversidad de cánceres, la ansiedad, el estrés o la depresión y, lo que es también muy importante: diversos trastornos neurológicos y neuropsiquiátricos. Es sabido, también, que la planta de cannabis o cáñamo puede contribuir a la salud de pacientes que sufren convulsiones y fuertes dolores. ¿Cómo usar, entonces, el CBD en beneficio propio y sin incurrir en efectos negativos? Os lo contamos.
¿En qué se diferencia del THC?
El CBD o cannabidiol es uno de los compuestos naturales que se encuentra en la flor resinosa de la planta Cannabis Sativa. Este compuesto, que es uno de los más de cien ‘fitocannabinoides’ se erige como una sustancia segura y no adictiva con un robusto perfil terapéutico. Así pues, es una alternativa cada vez más utilizada a nivel médico y terapéutico ya que se trata de un compuesto natural no psicoactivo ni psicotrópico que sirve para aliviar el dolor muscular, el dolor crónico, relajar los músculos y mejorar exponencialmente la calidad de vida de pacientes que sufren enfermedades neuronales, entre otras propiedades.
Antes de empezar a explicar cómo hacer un consumo adecuado de esta sustancia, queremos poder incidir brevemente en las diferencias que separan CBD y THC. Lo cierto es que, aunque diversas propiedades provengan de una misma planta (recordemos que el cannabis contiene más de 500 compuestos orgánicos, de los que al menos 113 son cannabinoides), el THC -tetrahidrocannabinol-, es el compuesto psicotrópico predominante. A diferencia de éste, como hemos dicho, el CBD no tiene efectos psicoactivos. Esa es, a grandes rasgos, la diferencia más significativa. Y esa es la razón por la que el CBD está, en la actualidad, tan en auge y es más conocido popularmente como una sustancia “buena” para el organismo.
Sin embargo, en The Cube BCN queremos desmentir este mito. Si bien es cierto que el CBD tiene unas altísimas propiedades medicinales y es la sustancia recomendada para las diversas patologías que sufre el ser humano, ambos poseen un valor terapéutico muy significativo, que se potencia cuando “trabajan” juntos. Este efecto se produce cuando CBD y THC se aúnan y nos proporcionan una sinergia pura entre las diversas propiedades de ambos compuestos.
Beneficios y propiedades del CBD
Tal y como hemos explicado en los párrafos anteriores, este medicamento que se sustrae de la planta Cannabis Sativa contiene una dosis de THC prácticamente nula, por lo que no ocasiona los efectos secundarios que se pueden observar con su consumo. Lo que sí está probado es el hecho de que, cuando se consume CBD, se experimenta una sensación de calma que alivia diversas dolencias.
Así pues, como hemos podido observar, el CBD se emplea para tratar síntomas de enfermedades neurológicas o neuropsiquiátricas como la esclerosis múltiple, el alzhéimer, el párkinson o la esquizofrenia. Su consumo medicinal (siempre bajo estricta vigilancia médica), induce a la muerte de células malignas, inhibiendo el dolor. Por el momento no se conocen todas sus cualidades; sin embargo, hay evidencia de propiedades analgésicas, antiinflamatorias, ansiolíticas, antitumorales, anticonvulsionantes, antipsicóticas, y neuroprotectoras.
Veamos su fórmula y sus propiedades:
- Fórmula: C21H30O2
- Solubilidad en agua: etanol, formamida mg/mL (20 °C)
- Peso mol.: 314.4636
- ChemSpider: 24593618
- P. de fusión: 66 °C (151 °F)
Posiblemente, con estos “simples” datos nos quedemos igual, pero vayamos más allá. Según numerosos estudios, la proporción “perfecta” de CBD dependerá de la tolerancia del paciente a los efectos. Así pues, la dosis óptima de remedio rico en CBD siempre se recomienda que sea baja y en pequeñas cantidades. Una vez observes los efectos, podrás empezar a ajustar la proporción más adecuada para ti, optimizando así su uso terapéutico.